En sus primeros años, y siguiendo los deseos de sus padres, Klee se enfocó en sus estudios musicales; pero decidió dedicarse a las artes visuales durante su adolescencia, en parte por rebeldía y en parte por la creencia de que la música moderna carecía de significado para él. Afirmó: «No me pareció especialmente atractiva la idea de ir a la música de forma creativa en vista del declive en la historia de la música». Como músico, tocó y se sintió emocionalmente vinculado a las obras tradicionales de la música de los siglos XVIII y XIX, pero como artista anhelaba la libertad de explorar ideas y estilos radicales. A los 16 años, los dibujos de paisajes de Klee ya mostraban una habilidad considerable.
Para Klee la pintura no era una evasión, sino un instrumento visionario. Un medio de encontrar los mundos paralelos que sospechaban que se escondían tras la llamada realidad.
La exposición hace hincapié en la continuada fascinación que el artista germanosuizo Paul Klee (1879-1940) sintió por la observación de la naturaleza y por los fenómenos naturales, desde su época de formación hasta su última etapa. Su curiosidad por el origen de la forma y de la expresión artística lo llevó a estudiar atentamente su entorno más inmediato
Este bagaje y las lecturas de libros como La metamorfosis de las plantas de J.W. Goethe fueron los cimientos de sus cursos en la Bauhaus durante los años de consolidación teórica de las primeras vanguardias.
En sus inicios, a través del dibujo, Paul Klee examinó minuciosamente su entorno. Comprender el movimiento, el ritmo y los procesos de crecimiento de la naturaleza fomentó posteriormente su teoría de la composición pictórica.
Deja una respuesta